«Cuando recordar no pueda» «¿dónde mi recuerdo irá?«Una cosa es el recuerdo»« y otra cosa recordar». Nuestro gran poeta Antonio Machado, bella y lúcidamente, distinguía así entre la acción de formar y la acción de recuperar el contenido de la memoria en su primer poema de `Cantares y Proverbios, sátiras y epigramas´. La investigación sobre la naturaleza de la memoria constituye una de las ramas actuales más fascinantes de la Biología humana. Cuando finalice el año 2012, durante el mismo, se habrán publicado más de 25.000 investigaciones sobre la memoria en revistas internacionales especializadas. Sin embargo, la complejidad del problema hará que nuestros conocimientos continúen siendo extremadamente insuficientes.
MEMORIAS
¿Qué es la memoria?, ¿cuándo y cómo se forma?, ¿dónde se consolida y
mediante qué procesos?, ¿cuántas clases de memoria existen?, ¿cómo se
recupera o cómo se recuerda?, ¿cómo se pierde, desvanece o estropea?. Y,
en todo ello, ¿qué acontecimientos celulares y moleculares ocurren?. Lo
más evidente es el protagonismo e interacción de una buena parte de las
neuronas del cerebro, cuyo número posiblemente alcanza la cifra de unos
CIEN MIL MILLONES y sus conexiones diferentes podrían superar los CIEN
BILLONES. Según Carl Sagan, tendríamos capacidad de almacenar en nuestra
mente una información equivalente a la de DIEZ BILLONES de páginas de
una gran enciclopedia. Difícil empeño tienen, por tanto, los
neurocientíficos ante sí para conocer y aclarar adecuadamente el tema.
De toda la ingente cantidad de estudios existentes vamos a referirnos
sólo a dos de ellos muy recientes. El primero es una revisión publicada
hace un mes en Neuroscience and Biobehavioral Reviews, por científicos
americanos de las Universidades de Arizona y de Lehigh (Pensilvania),
con el título (traducido) de `Formación, consolidación y transformación
de la memoria´. El segundo, de un grupo de neurocientíficos de la
Universidad de Nueva York y de la Universidad de California, adelantado
on-line, se publicará en un próximo número de los prestigiosos
Proceedings of the National Academy of Sciences, y nos proporciona
información novedosa a nivel molecular sobre el cuándo y el dónde de la
formación de la memoria. Pero, primero, recordemos algunos puntos
necesarios.
Aprender es adquirir nuevos conocimientos, habilidades, conductas o
valores. La memoria hace que esas adquisiciones se conserven en el
cerebro, por lo que podemos definirla como una función del cerebro que
nos permite: a) codificar lo percibido por nuestros sentidos y
consolidar el resultado de la codificación; b) almacenar la información,
creando un registro permanente de la misma; c) recuperación o evocación
posterior de la información almacenada, para crear una representación
consciente o ejecutar una conducta aprendida.
Existen diversas divisiones de la memoria. Así tendríamos las
episódica, semántica, perceptiva, operativa y procedimental. Otra
clasificación clásica es atender a su temporalidad: memoria a corto
plazo (por ejemplo la operativa, de unos diez segundos), a medio plazo y
a largo plazo. Hay datos que apuntan a que la localización cerebral es
diferente para las diversas memorias cerebrales pero, en todo caso, el
hipocampo es el gran protagonista relacionado con la memoria, aunque
también participan otros sistemas corticales. Es anecdótico, pero
interesante que el hipocampo, donde radica la memoria espacial, es más
grande en los taxistas de Londres que en el resto de ciudadanos
londinenses. En la enfermedad de alzheimer se atacan las neuronas del
hipocampo y ello es causa principal aunque no la única por lo que en
dicha enfermedad se pierde la memoria.
MODELOS
La memoria surge como resultado de sinapsis (contactos) repetitivas
realizadas entre las neuronas. Como consecuencia de ello se crean las
denominadas redes neuronales (o potenciación a largo plazo). Los
recuerdos se crean cuando las neuronas integradas en un circuito
refuerzan la intensidad o frecuencia de las señales que usan esas
sinapsis. En las investigaciones sobre la memoria está siendo muy
relevante el uso de animales simples que contienen solo unos cientos de
neuronas. Por ejemplo, la babosa marina Aplysia (también llamada liebre
de mar). En la década de los 70 del pasado siglo constituyó la base de
los trabajos de Erik R. Kandel, de la Universidad de Columbia, EEUU, por
los cuales obtuvo el Premio Nobel de Medicina en el año 2000, en
reconocimiento a sus descubrimientos sobre la transducción de señales en
el sistema nervioso. Pero también hemos aprendido de otros animales.
Así, en el Laboratorio de Neurobiología de la Memoria de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires vienen
trabajando, desde 1985, con cangrejos, más concretamente con el
Chasmagnathus granulatus, que es un cangrejo semiterrestre que habita en
las zonas de transición de agua dulce y salada de las costas del sur de
Brasil, Uruguay y Argentina y presenta una gran sensibilidad y agudeza
visual, de modo que los objetos en movimiento que estimulan la parte
superior de su campo visual desencadenan un conjunto limitado de
respuestas defensivas estereotipadas, fácilmente discernibles y
medibles, además de que muestran una gran capacidad de aprendizaje para
adecuar esas respuestas a distintas circunstancias y contextos.
Aprovechando estas características los investigadores desarrollaron un
modelo de aprendizaje y estudio de la memoria, estudiando su respuesta
de escape a un estímulo visual de peligro. Ello permitió descubrir
ciertas vías de señalización intracelular involucradas en la
consolidación de la memoria y en la comunicación sinapsis-núcleo (es
decir, periferia-centro de las neuronas), que dejaron clara la
participación de una isoforma particular de la enzima PKA (proteína
quinasa dependiente de AMP cíclico) en el proceso de la consolidación de
la memoria. Algo similar sucedió con otra serie de moléculas ya
conocidas de caminos de señalización celulares como NK-kB (factor
nuclear kappa B), IKB (su inhibidor), IKK (quinasa de IKB), y las MAPKs
(proteínas quinasas activadas por mitógenos).
BABOSA
El trabajo recién publicado de los neurólogos de la Universidad de
Nueva York y la Universidad de California, sigue la misma línea,
utilizando babosas Aplysia californica, muy adecuadas porque sus
neuronas son 10 a 50 veces más grandes que las de los organismos
superiores y poseen una red relativamente pequeña de neuronas, lo que
facilita el estudio. Según el investigador principal, Thomas Carew
“Nuestros resultados proporcionan una comprensión más profunda de cómo
se crean los recuerdos, ya que la formación de la memoria no es
simplemente una cuestión de encendido y apagado de moléculas; por el
contrario es el resultado de una compleja relación temporal y espacial
de interacciones moleculares y de movimiento”.
¿Qué han encontrado? Nuevamente, el protagonismo de las MAPK y una PKA,
que ya se sabían involucradas en muchas formas de memoria y plasticidad
sináptica — es decir, cambios en el cerebro que ocurren después de
activación neuronal. Pero, sobre todo, han aclarado cómo y dónde
interactúan estas proteínas. Ambas moléculas han demostrado estar
involucradas en la formación de la memoria de sensibilización. Y han
hallado que MAPK y PKA coordinan su actividad tanto espacial y
temporalmente en la formación de recuerdos. Específicamente, en la
formación de la memoria a medio plazo (por ejemplo, horas), largo plazo
(por ejemplo, días) y recuerdos, participan las actividades MAPK y PKA,
y en concreto las MAPK estimulan la acción de la PKA. Por el contrario,
para las memorias a corto plazo (por ejemplo, menos de 30 min) sólo se
activa la PKA por acción normal del AMP cíclico, sin que participen las
MAPK.
Un paso más en lo que, sin duda, será una lenta respuesta a la
compleja pregunta de dónde, cómo y cuando se forman y funcionan las
diferentes memorias y que moléculas y células y en qué orden
intervienen.
Más en: http://www.pnas.org/content/early/2012/10/11/1209956109.short
Tomado de: http://cienciaysalud.laverdad.es/biociencias/biologia-humana/los-donde-como-cuando-memoria-article.html
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