20 de septiembre de 2011

El trabajo conjunto, no independiente, de tres regiones cerebrales, es vital para recordar algo

Desde hace algún tiempo, se sabe que hay tres regiones cerebrales que aparentan tener funciones específicas en el funcionamiento de la memoria. La corteza perirrinal parece ser crucial para nuestra capacidad de reconocer si una cosa específica es nueva para nosotros, o por el contrario nos resulta familiar. El hipocampo es importante para reconocer lugares y para orientarse por ellos. Por su parte, la corteza prefrontal medial está asociada con funciones cerebrales superiores.

El equipo de Clea Warburton y Gareth Barker, de la Escuela de Fisiología y Farmacología de la Universidad de Bristol, ha constatado que cuando necesitamos recordar que vimos un objeto específico, o bien un rostro determinado, en un lugar o momento específicos, varias regiones cerebrales tienen que trabajar juntas, y no de modo independiente.

Los investigadores examinaron la base neural de nuestra capacidad para reconocer diferentes tipos de estímulos bajo distintas condiciones. De especial interés fueron dos tipos de memoria: la memoria especializada en el espacio (la que usamos para recordar dónde dejamos las llaves), y la memoria especializada en el tiempo (la que nos sirve para recordar cuándo fue la última vez que usamos las llaves).

No se podrían formar recuerdos de ninguna de estas dos clases sin la comunicación entre el hipocampo y la corteza perirrinal, o la comunicación entre el hipocampo y la corteza prefrontal medial. En otras palabras, si se desconectan estas regiones, se elimina la capacidad de recordar el lugar donde dejamos las llaves y qué hicimos justo antes o después de usar las llaves por última vez.



Descubrir que estas regiones deben trabajar en equipo hará replantearse a la comunidad científica bastantes cosas acerca de la memoria. Además, el hallazgo puede ayudar a desarrollar tratamientos más eficaces para personas con trastornos de la memoria como la enfermedad de Alzheimer.

14 de septiembre de 2011

El debate sobre los efectos del uso intensivo de la web en nuestra mente. Internet no debilita la memoria

Desde hace un tiempo, los titulares del mundo se hicieron eco de supuestos efectos amnésicos de Internet, como si Google fuera una maldición en el hipocampo. Como una extraña paradoja, supimos de esto a través de esa misma tecnología acusada de ser promotora de la holgazanería de nuestro cerebro. Quiero referirme en particular a la nota que leí en este mismo diario el mes pasado, escrita por Mario Vargas Llosa y titulada " Más información, menos conocimiento ".

Como se ve, la hipótesis es muy clara y contundente desde el título, y con buen tino hace prever el tema que tratará y su desarrollo argumentativo. En el último párrafo de la columna, el premio Nobel peruano dice: "Yo carezco de los conocimientos neurológicos y de informática para juzgar hasta qué punto son confiables las pruebas y experimentos que describe en su libro [se refiere a Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? , de Nicholas Carr]". Atendiendo a estas salvedades explicitadas por Vargas Llosa, recuerdo que mientras leía la nota ese sábado por la mañana pensaba en lo conveniente de poder aportar información sobre ciertas investigaciones que se están realizando desde la neurobiología y, así, complementar las apreciaciones realizadas.

Lo que sugieren los estudios apocalípticos sobre Internet citados en el artículo es que los procesos de la memoria humana se están adaptando a la llegada de nuevas formas de tecnología y comunicación. Y que esta adaptación es perniciosa para el cerebro porque lo libera de un entrenamiento necesario para su buena salud: "Cuanto más inteligente sea nuestro ordenador, más tontos seremos", dice Vargas Llosa sintetizando estas posturas. Debemos recordar que, para nuestra evolución, este proceso adaptativo no es novedoso ya que, por ejemplo, hemos aprendido desde tiempos remotos que cuando no sabemos algo podemos preguntarle a otra persona que sí lo sabe o, muchos siglos más acá, consultar documentos escritos o bibliotecas para transformar la duda en una certeza. En este caso que refiere Vargas Llosa, estamos aprendiendo qué es lo que la computadora "sabe" y cuándo debemos acceder a su "conocimiento" para asistirnos en nuestro propio recuerdo.

En otras circunstancias ya se dio de igual modo la misma preocupación por las novedades tecnológicas ligadas a la información y el impacto en nuestra mente. Sin embargo, el ser humano aún goza de buena salud. Estos procesos críticos nos permiten, más bien, dar cuenta de un aspecto fundamental de nuestra conformación biológica: la naturaleza limitada de la propia memoria. Como con todo bien limitado, actuamos en consecuencia protegiéndolo y utilizándolo con un sentido de la oportunidad. Si aprendemos que la capacidad para acceder a un dato está tan sólo a una búsqueda de distancia en Google, decidimos entonces no destinar nuestros recursos cognitivos a recordar la información, sino a cómo acceder a la misma.

A diferencia de lo que plantea Vargas Llosa en su artículo (que la inteligencia artificial "soborna y sensualiza a nuestros órganos pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas herramientas, y, por fin, sus esclavos", por ejemplo), buscar instintivamente la información en Google es un impulso sano. Todos hemos utilizado Google para bucear en recuerdos vagos o corregir algún dato inexacto.



Sobre este último punto, muchas veces también se desestima la autoridad de los datos extraídos de Internet, ya que no es el lugar más confiable para precisiones y exactitudes. ¿Y quién puede decir que sí lo es nuestra memoria? Cuando uno experimenta algo, el recuerdo es inestable durante algunas horas, hasta que se fija por la síntesis de proteínas que estabilizan las conexiones sinápticas entre neuronas. La próxima vez que el estímulo recorra esas vías cerebrales, la estabilización de las conexiones permitirá que la memoria se active. Cuando uno tiene un recuerdo almacenado en su cerebro y se expone a un estímulo que se relaciona con aquel evento, va a reactivar el recuerdo y a volverlo inestable nuevamente por un período corto de tiempo, para volver a guardarlo luego y fijarlo nuevamente, en un proceso llamado "reconsolidación de la memoria". La evidencia científica indica que cada vez que recuperamos la memoria de un hecho, ésta se hace inestable permitiendo la incorporación de nueva información. Cuando almacenamos nuevamente esta memoria como una nueva memoria, contiene información adicional al evento original. En otras palabras, muchas veces aquello que nosotros recordamos no es el acontecimiento tal como se ha manifestado en la realidad, sino la forma en que fue recordado la última vez que lo trajimos a la memoria.

El uso de la Web como un banco de la memoria es virtuoso. Nos ahorramos espacio en el disco duro para lo que importa y, en todo caso, entendiendo a Internet como una red, nos trae a cuenta una información variada, un conjunto de voces frente a las cuales el usuario es soberano. Si un hecho almacenado en forma externa fuese el mismo que un hecho almacenado en nuestra mente, entonces la pérdida de la memoria interna no importaría mucho. Pero el almacenamiento externo y la memoria biológica no son la misma cosa. Cuando formamos, o "consolidamos", una memoria personal, también formamos asociaciones entre esa memoria y otros recuerdos que son únicos para nosotros y también indispensables para el desarrollo del conocimiento profundo, es decir, el conocimiento conceptual. Las asociaciones, por otra parte, continúan cambiando con el tiempo, a medida que aprendemos más y experimentamos más. La esencia de la memoria personal no son los hechos o experiencias que guardamos en nuestra mente, sino "la cohesión" que une a todos los hechos y experiencias.

No existe ninguna evidencia científica de que las nuevas tecnologías estén atrofiando nuestra corteza cerebral. Lo que sí podemos aseverar es que fue esa misma tecnología la que nos permitió estudiar el cerebro en vivo a través de, por ejemplo, la resonancia magnética funcional, y, con ella, conocer más del cerebro en las últimas dos décadas que en toda la historia de la humanidad. Estas investigaciones nos hicieron posible, además, precisar y tratar ciertas enfermedades neurológicas inabordables hasta hace poco tiempo.

En el célebre Fedro de Platón se cuenta el diálogo que mantuvieron el rey Tamo y Theuth sobre la invención de la escritura. Theuth está exultante por esta novedad que, dice, servirá para aliviar la memoria y ayudar a las dificultades de aprender. El rey lo refuta y dice que la escritura "sólo producirá el olvido, pues les hará descuidar la memoria, y filiándose en ese extraño auxilio, dejarán a los caracteres materiales el cuidado de reproducir sus recuerdos cuando en el espíritu se hayan borrado". Tampoco la escritura, dice el rey, será un buen instrumento de las personas para el conocimiento, "pues cuando hayan aprendido muchas cosas sin maestro, se creerán bastante sabios, no siendo en su mayoría sino unos ignorantes presuntuosos". Aquellos argumentos que hace miles de años justificaban el malestar sobre la escritura, hoy se reiteran con una similitud sorprendente para Internet, habiendo virado hacia el lado del bien eso que antes fue maldito.

Como no lo hicieron la escritura artesanal ni la imprenta, Internet no corroerá los mecanismos eficaces de pensamiento, ya que las virtudes de la interacción social siguen siendo centrales para comprender. En un experimento realizado por Patricia Kuhl y colaboradores en Estados Unidos, tres grupos de bebes que se criaron escuchando exclusivamente inglés fueron entrenados: un grupo interactuaba con un hablante del idioma chino en vivo, un segundo grupo veía películas del mismo hablante y el tercer grupo sólo lo escuchaba a través de auriculares. El tiempo de exposición y el contenido fueron idénticos en los tres grupos. Después del entrenamiento, el grupo de bebes expuesto a la persona china en vivo distinguió entre dos sonidos, con un rendimiento similar al de un bebe nativo chino. Los bebes que habían estado expuestos al idioma chino a través del video o de sonidos grabados no aprendieron a distinguir sonidos, y su rendimiento fue similar al de bebes que no habían recibido entrenamiento alguno. Esto indica que la clave del conocimiento, la memoria y el desarrollo de la especie sigue siendo no lo que el individuo hace consigo mismo ni con la tecnología, sino el puente que construye con sus semejantes.

Mario Vargas Llosa dice que después de leer de un tirón Superficiales de Nicholas Carr quedó fascinado, asustado y entristecido. Una respuesta desde la neurobiología quizá pueda morigerar esa apesadumbrada sensación. Pero también otra desde la intuición. En general, las personas siguen conversando sus cosas además de escribir y leer atentamente, y también usan cotidianamente Internet. De hecho no sería extraño ver en un mismo bar de una ciudad como Buenos Aires a dos viejos amigos que conversan efusivamente de la vida, mientras en otra mesa un profesional termina un proyecto en su computadora personal y, en otra de más allá, una mujer o un hombre de cualquier edad está encantado leyendo un libro de la literatura latinoamericana.
El autor, neurobiólogo, es director de los institutos de Neurociencias y de Neurología Cognitiva de la Univversidad Favaloro
Tomado de http://www.lanacion.com.ar/1404942-internet-no-debilita-la-memoria
© La Nacion.

12 de septiembre de 2011

PHC, la zona del cerebro que dicta tus recuerdos


Los neurocientíficos identificaron la actividad cerebral que predice qué tan bien se retienen las imágenes

La memoria humana es más eficiente cuando nuestros cerebros están preparados para absorber nueva información, concluyeron científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) al demostrar que la actividad en la corteza parahipocámpica (PHC) predice qué tan bien la gente puede recordar una escena visual.

El equipo encabezado por John Gabrieli mostró que cuando la corteza parahipocámpica se encontraba muy activa antes de que le mostrarán a la gente una imagen, las probabilidades de recordar la imagen, disminuían.

"Cuando esa área está ocupada, por alguna razón, los humanos estan menos dispuestos ha aprender algo nuevo", dijo Gabrieli investigador principal del instituto de McGovern y profesor del MIT en el área de las ciencias de la salud y neurología cognoscitiva para la investigación del cerebro.

La corteza parahipocámpica, que ha sido vinculada al recuerdo de escenas visuales, se envuelve alrededor del hipocampo, una parte del cerebro que es crucial en la formación de la memoria, este estudio es el primero en investigar cómo la corteza parahipocámpica al mantenerse activa, puede afectar la forma en la que la escena es recordada.

El momento justo

Para el estudio, que se publica en la revista NeuroImage, se mostraron 250 fotografías en color de escenas del interior y exterior a las personas, que yacía en una resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) del escáner.

Más tarde se les mostraron 500 escenas, incluyendo los 250 que ya habían visto, para probar si recordaban la primera jornada de imagenes. Los escaneos fMRI revelaron que las imágenes se recuerdaban mejor cuando había menor actividad en la corteza parahipocámpica antes de que las escenas fueran presentadas.

La superficie exacta de la activación fue diferente en cada persona estudiada, pero se encontraba siempre en la corteza parahipocámpica.

En un segundo experimento, los investigadores utilizaron la resonancia magnética funcional en tiempo real, que puede controlar los estados cerebrales de los sujetos de un momento a otro, para determinar cuando el cerebro estaba "listo" o "no estaba listo" para recuperar las imágenes.

Esos estados fueron utilizados como disparadores para presentar nuevas escenas visuales. Como era de esperarse, las imágenes presentadas, se recordaron mejor cuando el cerebro estaba en el estado de "listo".

"El hallazgo se suma al antiguo cuestionamiento de por qué recordamos ciertas cosas mejor que otros", dijo Nicholas Turk-Browne profesor asistente de psicología en la Universidad de Princeton, quien no participó en este estudio.

Tradicionalmente, los científicos han creído que la memoria se basa en recordar eventos específicos mezclados con eventos emocionales que eran los que se creía recordaban las personas. Recientemente, los neurocientíficos cognitivos han descubierto que la capacidad del cerebro para consolidar, almacenar y recuperar información también es importante.

Aplicaciones pedagógicas

La relevancia de este estudio es que sugiere que más allá del recuerdo inherente de las cosas, hay un gran papel a jugar por lo bien preparado que esté para procesar lo que está en camino", dijo Turk-Browne.

En teoría, este método podría ser utilizado para determinar cuando un estudiante está mejor preparado para aprender el nuevo material, o para controlar a los trabajadores que necesitan para mantenerse alerta.

"Eso es lo que nos gustaría pensar, que son capaces de medir los estados de receptividad para el aprendizaje o la preparación para el aprendizaje.En términos de lo que se traduciría en la vida real, todavía hay algunos pasos a seguir", dijo Gabrieli.

El principal obstáculo es que los escáneres fMRI son muy grandes, y en este momento, no se puede hacer en pequeños dispositivos portátiles. Una alternativa posible es utilizar la electroencefalografía (EEG), una tecnología con mayor facilidad en miniatura que mide la actividad eléctrica a lo largo del cuero cabelludo.

Los investigadores ahora están trabajando en formas de uso del EEG para medir la actividad en la corteza parahipocámpica.

Tomado de: http://www.eluniversal.com.mx/articulos/65720.html

Redefinen la memoria humana de corto plazo




La memoria de trabajo, o memoria de corto plazo, es la que nos da la habilidad de manipular y usar la información almacenada brevemente en la mente, al tiempo que mantenemos fuera de ella cosas que nos puedan distraer.

Ésta la memoria que usamos para que un número telefónico o una dirección de correo electrónico que acabamos de ver los podamos recordar el tiempo suficiente como para teclearlos sin tener que anotarlos y consultarlos.

Muchos psicólogos explican la memoria de trabajo con modelos de memoria de corto plazo basados en la atención: Un sistema flexible que dirige la atención del cerebro a los estímulos y tareas que son importantes, y suprime el resto.

Según esta teoría, la capacidad de la memoria de trabajo está limitada por nuestra capacidad de prestar atención a una sola cosa a la vez.

Ahora, un estudio a cargo del neurocientífico cognitivo Robert H. Logie de la Universidad de Edimburgo, desafía los modelos de esta clase.

Logie argumenta que los humanos tenemos una serie de capacidades diferentes, cada una con su propia utilidad que le otorga una función, y que ellas operan al mismo tiempo cuando realizamos una tarea o estamos pensando detenidamente en algo.

Dentro de este marco de trabajo de múltiples componentes, la capacidad de memoria de trabajo sería, por tanto, la suma de esas distintas capacidades.

Tomado de: http://noticiasdelaciencia.com/not/2126/redefinen_la_memoria_humana_de_corto_plazo/