12 de agosto de 2013

La buena memoria

La memoria constituye uno de los aspectos más apasionantes dentro del enigma de la conducta humana.

La memoria constituye uno de los aspectos más apasionantes dentro del enigma de la conducta humana. Es tanto la capacidad de colectar, almacenar y evocar el pasado, como la de asociar y distinguir personas, objetos, momentos y, en especial, sensaciones.

La memoria sensorial es quizá la experiencia más conmovedora que conecta a los adultos con la propia niñez.

Con la memoria, logramos estudiar, relacionar y también arrepentirnos. Por ella ejercemos el sentimiento humano más desinteresado: la nostalgia.

Además de los ecos íntimos de la memoria individual, disfrutamos de memoria social sustentada por un lenguaje y una identidad común.

En las charlas cotidianas, la memoria se reconoce por sus faltas. Pero no todos los olvidos o equivocaciones son pérdidas. Por el contrario, hay valiosos procesos de protección que actúan sobre la memoria ocultando segmentos perturbadores. Estos curiosos velos evitan confrontar con realidades que “preferimos” olvidar.
En la crianza de los hijos, es frecuente experimentar vacíos, agujeros negros de memoria relacionados con situaciones que conmueven. No son, necesariamente, graves conflictos; apenas filtraciones que generan molestia y que conviene postergar. La memoria no se pierde, sino que se esconde provisoriamente para reducir angustias.

Basta asomarse a los cambios en una pareja con el nacimiento de cada hijo para comprender los beneficios de la amnesia, esa virtuosa capacidad de olvidar, para poder seguir adelante con la familia.
Si se recordara todo lo relacionado con los hijos, la tasa de natalidad hubiera reducido su cifra drásticamente, hace tiempo. Recordamos lo que podemos y olvidamos lo que queremos.

¿Cómo operan los mecanismos de la memoria en los chicos? Usualmente, los primeros recuerdos se remontan a la edad de dos años, a partir de lo cual se conforma la memoria personal. Las generaciones nacidas con la fotografía cuentan con un recurso adicional, ya que, con la ayuda de imágenes, es más sencillo recordar.

Muchos creen haber transitado situaciones sólo por haber visto infinitas veces las fotos del momento. Por lo general, un hermano se encarga de develar que el protagonista fue otro.

La memoria infantil es la capacidad indispensable para el aprendizaje. Desde las primeras asociaciones de los bebés con el placer o disgusto hasta después, cuando aprenden a hablar, a leer y escribir. En cada proceso, los chicos aprenden a reconocer sus emociones, aquellas que, con el tiempo, los conectarán con su deseo. En toda etapa vital, la memoria es necesaria para que ocurra crecimiento.

Los actuales nativos digitales suelen sobre-estimular sus sentidos utilizando tecnología que demanda gran capacidad de memoria. Videojuegos, smartphones y la infinita Web son verdaderos sistemas de entrenamiento, aunque no siempre de procesos intelectuales sino de habilidades y destrezas.

Como consecuencia de la incorporación de aparatos en la vida cotidiana, encontramos chicos con inusual cansancio psicofísico. Este “síndrome de agotamiento digital” incluye pérdidas selectivas de la memoria. Como además están sumergidos en un mar de actividades que no les dan respiro, comienzan a olvidar, a no relacionar. El impacto en el aprendizaje es inmediato; también, en los vínculos. Muchos niños muestran dificultad para comunicarse con otra persona si no es a través de la electrónica.

Y cuando pierden la memoria: ¿de qué estamos hablando? ¿No recuerdan la lección o, en realidad, no reconocen sus afectos? ¿Se olvidan de la mochila o confunden lo que sienten? ¿No completan la tarea o no descifran sus propios sentimientos?

El riesgo que vislumbramos es la pérdida de memoria emocional. Un severo déficit asociado al bombardeo de datos y comunicaciones virtuales que impiden que los recuerdos sedimenten. Que los chicos jerarquicen las emociones; en fin, que crezcan.


La memoria infantil corre peligro, amenazada por la ráfaga cibernética, que sólo transmite fugacidad y que puede hacer olvidar lo único que merece ser recordado: a quien queremos y a quien nos quiere.

Tomado de: http://www.lavoz.com.ar/opinion/buena-memoria

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