23 de enero de 2015

Evocaciones fantasiosas

Los niños, por su forma de aprender, generan más recuerdos falsos que los adultos.

Según el saber popular, los niños son testigos poco fiables, pues a menudo «recuerdan» cosas que no han ocurrido. Sin embargo, un amplio conjunto de investigaciones han indicado que son los adultos quienes generan más recuerdos falsos. Un estudio reciente ha dado una vuelta más de tuerca: revela que los unos son tan propensos como los otros a generar recuerdos falsos, pero destaca a los más pequeños. Es posible que los métodos de investigación utilizados hasta ahora no fueran adecuados.

Por lo común, los investigadores presentan a los probandos una lista de palabras (por ejemplo, «lágrimas», «pena» y «llanto») que se encuentran temáticamente vinculadas con otra que no aparece en la lista (en este caso, «llorar»). Después les preguntan qué palabras recuerdan. Por lo general, los adultos mencionan la palabra ausente («llorar») con mayor frecuencia que los niños, posiblemente, porque sus experiencias vitales les facultan para establecer con mayor facilidad asociaciones entre conceptos, según explica Henry Otgaar, psicólogo forense de la Universidad de Maastricht y coautor del trabajo publicado el mayo pasado en Journal of Experimental Child Psychology.

En lugar de recurrir a listas de palabras para investigar falsos recuerdos, Otgaar y sus colaboradores mostraron a los probandos fotografías de diversas escenas, entre ellas, un aula, un funeral y una playa. Tras un breve descanso, preguntaron a los participantes si recordaban haber visto determinados objetos en cada foto. En los tres experimentos, los sujetos de siete u ocho años de edad afirmaban haber visto elementos que no aparecían en las imágenes con mayor frecuencia que los adultos.

Estudios anteriores han revelado que los niños tienden a basarse en la esencia de un recuerdo cuando realizan inferencias sobre él. Si ven un aula escolar pueden suponer que también vieron lápices, porque en las clases suele haberlos. Este proceso de identificación de regularidades facilita el aprendizaje durante el crecimiento. Los adultos, en cambio, apelan más a la rememoración de detalles concretos para reconstruir una escena. Es probable que el nuevo estudio, al recurrir a imágenes en lugar de a listas de palabras, refleje mejor cómo se producen los falsos recuerdos en la vida real. Después de todo —explica Otgaar— la experiencia del mundo que tenemos suele ser visual.

Los autores señalan que el hallazgo puede ayudar a encontrar testimonios más fiables, tanto de niños como de adultos, pues leves cambios en la formulación de las preguntas podrían modificar lo que recuerdan los testigos. Al dirigirse a niños, por ejemplo, los letrados deberían evitar darles pistas para incitar su recuerdo, o ser demasiado descriptivos en sus expresiones, pues podrían provocar la activación del sistema de formación de regularidades y favorecer, con ello, la generación de recuerdos falaces.

Otgaar, H. et.al. (2014). The production of spontaneous false memories across childhood. Journal of Experimental Child Psychology, 121: 28–41.

Tomado de: http://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/numeros/2015/1/evocaciones-fantasiosas-12757?utm_source=boletin&utm_medium=email&utm_campaign=Psicolog%C3%ADa+y+neurociencias+-+Enero



14 de enero de 2015

La evolución humana en el cerebro del homo sapiens

El precúneo, uno de los principales centros de integración neuronal y la parte del cerebro humano involucrada en procesos de memoria, procesamiento visio-espacial, ha modificado su forma durante miles de años y ha influido sensiblemente en la organización espacial de los hemisferios cerebrales.

Sus cambios a lo largo de los años, han sido tantos y tan importantes que esta parte del cerebro es considerada como la clave de la evolución cerebral del “homo sapiens”, tal y como concluye un estudio científico que se acaba de publicar en la revista Journal of Anatomy y que analiza los cambios en la geometría de esta áreas parietal profunda.

El artículo se basa en un estudio realizado por Emiliano Bruner, responsable del Grupo de Paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), junto a investigadores de las universidades Autónoma y Complutense de Madrid y de la Universidad de Maastricht.

Emiliano Bruner explica que este patrón de ampliación parietal ha caracterizado la evolución del cerebro en nuestra especie y “es muy interesante saber que sigue siendo un componente importante de la variabilidad moderna”.

Bruner precisa que las funciones cognitivas asociadas al precúneo contribuyen a integrar las informaciones cerebrales internas con las informaciones ambientales externas y representa, por tanto, un nudo importante para los procesos que generan autoconciencia y mente.

En esta misma área cerebral se localizan también los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer, lo cual hizo proponer a Emiliano Bruner y a la neuropsicóloga Heidi Jacobs, del Instituto Alemán de Neurociencia y Medicina de Jülich, en un trabajo publicado en 2013, una hipótesis para interpretar la neurodegeneración asociada a esta patología en clave evolutiva.

Años de investigación

Hace diez años, Bruner, entonces en la Universidad La Sapienza (Roma), publicó los primeros análisis geométricos de la forma cerebral en el género Homo, evidenciando que la característica principal de nuestro cerebro es la ampliación de las áreas parietales, que ocupan la región posterior y superior del cráneo.

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En los años siguientes se descubrió que esta geometría cerebral 
se alcanza en las primeras etapas de vida después del parto, 
en un estadio de desarrollo que está ausente tanto 
en chimpancés como en los neandertales.
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También se descubrió que estas áreas representan un nudo fundamental en la organización de las redes del cerebro y que tienen tipos de células diferentes de los otros primates.

Además cumplen un papel fundamental en los procesos asociados a la inteligencia, relacionadas con las capacidades de simulación y de imaginación.